Por Tomás Lluna.
Así como el Araña Marchetti cuenta en Con las olas contadas cómo, producto de un barco encallado en Quequén y las direcciones óptimas de swell, surfean una derecha épica y esporádica, única e irrepetible: así quería surfar yo. Quería encontrar una olita insólita, que dure sus dos o tres días y ¡zas! que desaparezca ese banco de arena. No me importaba cuántos barcos se tenían que encallar o el precio que hubiera que pagar.
Andaba como loco buscando un acontecimiento, alguna señal o alguna cagada que se mandara alguien. La mala suerte de un capitán de barco que arrime su bote demasiado a la costa, la caída de algún acantilado en el sur, cualquier cosa.
Puse muchísima atención a los días que siguieron al derrumbe del muelle. Deseé que se atascaran los pedazos de estructura, que sucediera alguna magia y que nos dejara con una ola similar a The Wreck, digna de ser llamada The Muedge. Que se convirtiera en una ola violenta con peligros asociados a los pedazos de muelle dispersos en las distintas secciones del soñado tren.
Pero no. La misma ola gorda, amigable, ideal para longboards (y abogados). Nunca tuve la fortuna de verla como en aquella foto que me supo mostrar Franky, de la derecha atrás del muelle allá por el 2000 y monedas, rolando perfecta con dos violentos metros. Todo este anhelo y búsqueda constante eran contestados por mi amiga Chili siempre con un simple y realista “La Esco nunca falla”.
No fue hasta hace unos días que mi mente volvió a Diciembre del 2020 y el incidente de la ballena (FOTO3). Pensá: ¿hace cuántos meses que El Cañito no sale crema? Últimamente hay más olas en el Sahara y los balnearios que en lo que supo ser el spot más swell magnet de Neco.
Si hacemos memoria, la última vez que El Caño salió decentemente fue en su otra forma. Aquellos días que se transformó en Punta Ballena. Una derecha que venía como barriéndose de atrás y, si conectaba abajo, mordiendo lo que los locales del cañito decían era la cola de la ahí nomás sepultada ballena, se daba vuelta divina y tubularmente. Si no preguntale al Franky, que esos días le sacó jugo a Whale Point, sumando segundos de tubo (FOTO 2).
Tanto tiempo que buscaba el pico único e irrepetible, a causa de una señal o cagada y ¡cómo no la pude ver! Ahí estaba, pude surfar Punta Ballena. No era perfecta pero divertida ni que lo digas, y que tenía fuerza te lo aseguro. No te voy a hacer preguntarle a nadie más que a mi pobre tabla naranja que dio la vida en ese orillazo asesino (FOTO3).
Hay que tener cuidado con lo que uno desea. La cagada que pedí se dio pero lamentablemente no terminó en la muerte de la ballena que apareció acá, en Neco. La cagada resultó ser un poco más jodida, enorme y lo peor de todo: recién está empezando.
En el 2020 fueron seis las ballenas que aparecieron muertas en la costa argentina, todo culpa de unas bombas acústicas que tiran en alta mar para ver si hay posibles cuencas petrolíferas. ¿Sabes por qué es trágico? Porque encontraron acá mar adentro y las van a explotar (FOTO3).
Los planes para que exploten petróleo están dados y nuestro mar va a ser una linda mancha de petróleo, cementerio de animales. Va a contar con los tres peces locos que logren sobrevivir a todas las bombas, máquinas y porquerías que unos soretes petroleros usan para llenarse de plata.
Te devuelvo Punta Ballena, te devuelvo The Muedge. Con lo que tenemos nos arreglamos pero necesitamos que dejen el mar argentino en paz. Es muy jodido lo que está pasando en nuestra costa y lo peor peor de todo es que a nadie le importa.