Algunos meses atrás, luego de una mañana de olas intensas en la bahía de Waimea (Oahu) tomamos un vuelo pasado el mediodía y así llegamos a la isla de Maui, una combinación de lugares alucinantes y generosos habitantes.
Al pisar su suelo se percibe un clima de inmensa tranquilidad. Un escenario natural cuidado cautelosamente por los locales, como cada rincón de Hawaii, nos sorprendió con su contraste de colores. Del aeropuerto, camino a nuestro lugar elegido, nuestro amigo y guía local nos llevo a ver Peahí que estaba de paso. Nadie en el agua, lindo clima y de pronto ese sonido de un tren de agua que estalla contra el arrecife y suena con otra intensidad … esto lo cambia todo, nos impone el respeto en cuestión de un instante.
Durante el primer día nuestro rumbo fue hacia el este de la isla. Luego de girar el interminable camino de curvas (Hana Highway) en el medio de la selva y la montaña llegamos a Koki beach. En nuestra primera metida al agua en la isla surfeamos olas entretenidas, donde la claridad del agua nos permitía ver el fondo rocoso de arrecifes y pudimos estar en el agua tranquilos en parte gracias a la amabilidad y el respeto de algunos locales en el agua. El único sobresalto que tuvimos junto a mi fiel compañera de emociones, fue la vuelta por el camino de 620 curvas en 104 kilometros , con mucha lluvia y poca visibilidad.
En la mañana siguiente, luego de desayunar partimos rumbo a Peahi, bien conocida como Jaws. Caminamos tan solo unas cuadras para luego contratar una combi y zafar la caminata de un trecho largo para el nivel de ansiedad con el que íbamos. Al llegar fue increíble ver la cantidad de gente mirando ese impresionante espectáculo.
El primer contacto visual con el mar fue imponente, sumado a eso, escuchar como rugía esa increíble masa de agua fue algo inolvidable. Mientras armaba la cámara y trataba de hacerme un lugar ví a un surfista largar remando una ola gigante y pegarse un tubo tan largo que no había visto ni en video. Todo el público desde lo alto del acantilado estalló en gritos ante la increíble hazaña.
Para surfear Jaws durante un día de olas, se hace en equipo. Se necesita un socio que te empuje en la ola con su moto de agua, y luego de entrar en onda y surfear esa bestia, que te vaya a buscar o a auxiliar en caso de que no la hayas podido cerrar de la mejor manera.
Tratando de acostumbrarnos a los tiempos de internet, cerramos estas breves líneas y en la próxima edición continuamos con nuestro viaje por estas islas de la Polinesia!